domingo, 4 de octubre de 2015

Dentro

El puñetero ojo de la cerradura me miraba implacablemente ¡Dame una tregua¡ le grite. Fingí que nada ocurría y tendí la ropa, vi la tele, coloqué los armarios. Mientras leía las noticias en mi ordenador no pude evitar sentir el maldito ojo que continuaba observándome, como si esperase algo; una promesa quizás, el pago de una deuda…Está bien, le dije, está bien. Mi mano temblorosa cogió la llave. Después de todo ese tiempo, por fin, salí a la calle.

No hay comentarios:

Publicar un comentario