sábado, 11 de septiembre de 2010

CIENCIA

El medico rodeo al paciente. Frunció el ceño. Tosió. Saco un extraño aparato de la maleta, le hizo una prueba. Miro los análisis. Cambio el gotero de sitio. Rodeo con gesto nervioso de nuevo al paciente. Su voz tembló levemente para decir:
No hay solución. Dios ha muerto.

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