viernes, 30 de octubre de 2009

Atroz


Esta imagen acompañaba ayer las tazas de los desayunos, los paseos presurosos hacia los trabajos, los viajes en autobus, las mañanas en el parque. En la imagen se observa a una mujer que lleva en brazos a lo que parece ser a una niña muerta, y en primer plano, sobre y por encima del caos, con una mirada que parece la que se atribuyen a los apostoles en sus representaciones, un hombre mira el infinito. Porque si existe el infinito es lo que ese hombre, ensangrentado, con la ropa hecho jirones mira. Ese hombre, no esta allí, ni aquí, ni en ningún lugar en ese momento, esta en un horror perpetuo que refleja su mirada tranquila, absorta, ausente. Su gesto de quietud, su posición de inmovilidad, su mirada de otro mundo. Es como si su vista, su cuerpo, su mente, se rebelasen contra lo que acontece a su alrededor y lo frenasen a camara lenta mostrandole otro tipo de visión. La imagen es atroz.
Pero en el lado de aca, hemos perdido la costumbre de escandalizarnos, ya no digo si quiera de actuar. Anestesiados a base de futbol y prensa rosa, anestesiados a base de fotones y fotones de violencia, anestesiados a base de anuncios hemos perdido la capacidad de indignación, de pena, de llanto. El mundo occidental es una burbuja de diamante. Durisima. Solo nos escandiza, nos apena, lo que ocurre en el lado de aca. Podemos sentir pena por esa mujer de Alcorcon que tiene cancer, podemos sentir pena por el vecino de enfrente que murio en un accidente, podemos sentir indignación por los miles de parados en Andalucia, podemos sentir tristeza porque el Madrid perdio en el ultimo partido.
Pero no podemos sentir pena por el africano que se muere en este mismo segundo, no podemos sentir pena por el marroquí que fallece en la patera, no podemos sentir indignación por las matanzas de Ruanda, no podemos sentir tristeza por los muertos en el atentado de Pakistan. Y lo digo de verdad. No podemos. Es horroroso. Pero nos han extirpado la sensibilidad hacia esas desgracias tan lejanas. Vivimos un mundo occidental en el que nuestros arboles de progreso crecen bajo el humus de sus desgracias. Y no nos importa. Es duro el diamante.
Un día ocurrio, mientras tu caminabas a toda prisa para pillar el autobus te parecio dejarlo atras en el medio de la calle. Con su camisa blanca, su mirada, su rostro ensangrentado. No puede ser te decias mientras te secabas el sudor en tu asiento.
Enfrente de tu casa, mientras abrias la puerta, te parecio sentir algo a tus espaldas, el reflejo de la cerradura te mostraba unas manos cruzadas, caidas, agarrando unos jirones de ropa cubiertos de sangre. Entraste a casa, y abriste el grifo de la bañera.
Al despertar, un grito inundo tu habitación. Era tu voz. Enfrente de ti, con ese atuendo, sin mirarte y mirandote, mirando por y encima de ti. La sangre seca cubria su pelo. Corriste hacia al baño a vomitar.
Todos los días, te lo cruzas, al salir del bar, en una manifestación, en la ducha, en tus sueños. Todos los días. Y sabes que seguira siendo asi, que mientras tu comes allí estara, mientras tu duermes allí estara. Cerca de ti, sin pedirte nada, solo con sus brazos desmadejados y su pose abandonada y ausente.
Quizás empieces a llorar.

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