viernes, 26 de marzo de 2010

Imbéciles

¡Imbéciles¡
Esa fue la ultima palabra de padre. María, Juan y yo ni nos inmutamos escuchándosela decir mientras su cara se paralizaba con un rictus grotesco. Estábamos acostumbrados a sus insultos contra el ejercito nacional. Mi padre fue un reconocido anarquista y uno de los escasos maquis que convivieron unos años con la dictadura. Pero la guerra acabo, y el se quedó anclado ahí en ese sueño perpetuo. Y con frecuencia nos sobresaltaba con sus insultos contra los fascistas o sus gritos contra el enemigo. ¡Cuantas llamadas recibiría a mi trabajo de la pobre Jennifer que si estaba detrás de un colchón apuntando con el palo de la escoba, que si entraba reptando a la sala como si en combate estuviese, que si aparecía con un viejo casco sobre la cabeza¡¡ la pobre cubanita no sabia donde meterse.

Desde el día de su muerte no nos veíamos. Mi hermana era abogada para Endesa, Juan había montando una bodega en Ribera de Duero, y yo trabajaba como gerente para Microsoft España. La verdad es que tiempo, es lo que nos faltaba. El juez nos miro de reojo, habíamos llegado tarde.
Carraspeo, puedo comenzar. Yo pensaba en cuales eran los legados de mi pobre padre, tan metido en la dichosa política que nada pudo amasar. El juez continuaba leyendo "lego todos mis bienes" y cito literal, añadió carraspeando de nuevo " a los imbéciles de mis hijos". Los tres nos miramos sorprendidos, ¡imbéciles¡ mascullé mientras recordaba su sarta de insultos en el lecho de muerte.



Te dan la frase en cursiva y has de hacer un cuento

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